Consiste en una leyenda que aportó al
Folklore literario-popular, Leal (1948), la cual se remonta al Estado Zulia, específicamente
a los Puertos de Altagracia, donde
vivía pobremente un pescador, quien siempre le achacaba su mala suerte y la
miseria en que se encontraba al Justo Juez, mientras que su mujer
resignada a la pobreza, rezaba todos los días con vehemencia para que su esposo
lograra mejor vida y dejara aquellos pensamientos que lo enloquecían.
Sucedió
que una noche, no obstante el mal tiempo y llevado por la necesidad, el hombre
salió a pescar, cuando se encontraba alejado de la costa fue sorprendido
por una tormenta que destrozó totalmente la vela y el bote, continuó sin
rumbo hasta llegar a la orilla de una isla solitaria. Los días pasaban y se
desconocía el destino de aquel hombre. El pescador a su vez, veía que el
alimento que llevaba en el bolso se agotaba y sin encontrar otra salida, ante
el temor de perecer se vio en la obligación de salir a buscar un pedazo de lona
para reparar el velamen destruido del barco y así regresar al anhelado hogar.
Caminó...caminó...sin encontrar lo que deseaba, desalentado y convencido de su
fracaso, desfallecido por el cansancio y la sed, recordó los consejos de su
mujer respecto a enmendar sus errores y creer en la bondad de Dios.
Entonces
se arrodilló en la tierra e imploró al
ser Supremo que lo ayudara a salir de aquella desventura y a la vez le prometía
que nunca más renegaría de él. Luego siguió andando, no había caminado mucho,
cuando divisó una choza y sobre el techo de la misma un pedazo de lona, parecía
como si alguien la había colocado allí a secar. Aligeró el paso...se acercó
hasta la puerta y al ver que no había nadie, recogió la lona y retornó al sitio
de origen. Cuando la extendió en el suelo y se disponía a cortarla para reparar
el barco, se dio cuenta de que en la lona estaba estampada la figura de un
Cristo. Admirado ante la imagen, se abstuvo de rasgar el lienzo, lo dobló
cuidadosamente, lo guardó y emprendió la marcha de regreso ayudado con los
remos, pero grande fue su sorpresa cuando observó que el barco avanzaba
suavemente como si lo empujaran manos invisibles, hacia los Puertos de
Altagracia. El bote llegó a su destino y la mujer del pescador lo notó muy
pálido, callado y sumiso y al instante le preguntó – Felipe ¿qué tenéis vos?
¿te sentís mal acaso?. El hombre sin decir nada se arrojó a sus brazos, y lloró en silencio y luego
exclamó -¡María!... ¡He visto a Dios! ¡por fin he visto a Dios!
La mujer sorprendida y confusa le interrogó de nuevo ¿Cómo que
vos habéis visto a Dios?. Si mujer
lo he visto y aquí está su imagen estampada en esta lona que encontré en
la isla solitaria donde fui a parar por culpa de la tormenta y colocó la
lona a la vista de la mujer y juntos se postraron ante la imagen y oraron
fervientemente y desde ese momento el pescador cambió de suerte y se convirtió
en creyente.
Es
importante señalar que la imagen encontrada por aquel humilde pescador, según
diferentes versiones se encuentra en el Asilo de mendigos de la capital
zuliana y por tal motivo se conoce en nombre de “El Cristo del Pescador”.
Twitter: @mariaauxig
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